Ojo por ojo
Tiempos
 revueltos, tiempos de cambios trascendentales que muy seguramente 
marcarán para décadas los próximos años. Pasan hechos que no hace tanto,
 sucedían en lustros o incluso décadas. La crisis, no solo económica, 
está provocando que los cimientos del Estado vuelvan a chirriar de una 
forma que parece que solo el Partido Popular, el partido alfa de las 
“clases medias españolas”, pueda ser el único valedor del Orden 
Constitucional.
 
Avanzamos
 ya, en el anterior editorial de Solidaridad Obrera, de la importancia 
trascentental que tendría para este año, la manifestación histórica de 
la Diada de Catalunya. Fecha, en la que se celebra una derrota. La 
derrota de las instituciones y leyes del Principat de Catalunya. Leyes e
 instituciones que todo sea dicho de paso, no seremos nosotros quienes 
las defendamos, si bien tampoco somos los defensores de las leyes de ese
 Imperio, Estado o chiringuito presente, pasado o futuro llamado España.
 
De
 un Imperio que antaño dominaba mares y continentes, pero que para si 
mismo, jamás ha sabido gestionar sus propias entrañas, su propia 
estructura. De un imperio, mentalmente centrípeto y chulesco que raras 
veces ha sabido entender la diferencia. Diferencia que se reveló por las
 armas en Flandes, las Américas, Cuba o Filipinas para llegar ya en el 
siglo XX y XXI a la propia Iberia, la antigua Hispania romana. A varias 
de las partes fundadoras, de la otrora llamada España, a unas Españas 
que bajo el yugo de un nacionalismo castellano de inspiración 
administrativa leonesa y por tanto visigoda y romana, quiso imponer a 
través de las tristes revoluciones liberales del pasado siglo XIX, el 
modelo centralista y burocrático francés.
 
De esa idea parten ataques como el intento 
de reforma educativa del Ministro Wert, la cual no solo afecta a la 
defensa del catalán en el aula, sino a muchos otros aspectos que a 
ciertos partidos catalanes no parece que les molesten tanto. Denunciamos
 ya en el pasado Editorial, como bajo la excusa de la senyera se tapaban
 vergüenzas propias de las elites catalanas, nuestras odiadas elites. 
Aun con estas, las banderas no solo sirven para tapar sino también para 
distraer. Ya que de mientras, no miramos las consecuencias de la Reforma
 no solo para con el catalán, sino para las consecuencias sobre nuestra 
clase. En la misma, se ofrecen una serie de garantías y apoyos legales 
para la educación concertada (principalmente religiosa) en detrimento de
 la educación pública Aspectos como la renovación automática de 
convenios, la garantía de que no todas las plazas sean públicas y demás 
argucias legales de nefastas consecuencias para las familias obreras (al
 tener que hacer frente a una educación de pago), a la ideologización 
religiosa (si bien la escuela estatal no queda exenta de ideología 
cívica y de apoyo a las instituciones) o las peores condiciones 
laborales y de acceso para la clase trabajadora en el sector educativo.
 
A
 todo ello, sucedió el pasado 14 de noviembre, una Huelga General de 
“cierta” trascendencia europea, convirtiéndose en varias manifestaciones
 y jornadas de lucha en varios países centrales de la Unión contra la 
austeridad presupuestaria y el empeoramiento de las condiciones de 
trabajo. En Iberia, dos huelgas generales en España y Portugal tuvieron 
una participación superior a la del pasado 29 de marzo, a pesar de 
estrategias como el inicio del consumo del alumbrado público en pleno 
día para acrecentar el consumo eléctrico y hacer ver que se consumía 
más, unos servicios mínimos superiores a la anterior convocatoria y un 
número total de trabajadores en paro bastante superior al del pasado 29.
 
Con
 estas, el gobierno central se ve atacado en diferentes flancos des de 
Bruselas (o mejor dicho Alemania), des de Catalunya y de forma creciente
 también, desde la propia clase obrera, organizada aun de forma casi 
unánime a través de mecanismos de acción sindical nefastos para el 
contraataque como son los comités de empresa y de unos sindicatos que, a
 izquierda y derecha, a lo que aspiran es a formar parte de la gestión 
institucional. 
 
Parece
 que sea, el Partido Popular, ese partido de derechas, católico y 
nacionalista español, el que defienda cada vez más en solitario un marco
 legal, la Constitución, que en su día su semilla llamada Alianza 
Popular (de Don Fraga Iribarne) votó en contra.
 
Una
 Carta Magna que representa, no nos engañemos, el intento de consenso 
entre las elites españolas: el Gran Madrid, aun débil comparado con hoy,
 representante de ese nacionalismo español, las elites de esa burguesía 
catalana (castrada al menos en su forma proyectiva en esos primeros años
 azules del Generalísimo), la burguesía basca (de una adaptación mejor a
 las Españas de lo que uno se pueda imaginar: ¡ahí, ese Neguri! dicen 
esas vástagos burgueses afincados en Madrid con cierta melancolía), los 
rastrojos aun testimoniales del poder latifundista en amplias zonas de 
Castilla y Andalucía y finalmente una aristocracia obrera organizada en 
sindicatos controlados por partidos (PCE y PSOE) que rápidamente 
abrazaron el orden constitucional, la rojigualda y los Pactos de la 
Moncloa, eliminando por años la respuesta obrera, la verdadera fuerza de
 oposición al parlamentarismo franquista y juancarlista.
 
Una
 respuesta, que a pesar de los silencios cómplices de una serie de 
medios de control informativo parece que empieza a tener visibilidad en 
la esfera colectiva. Respuesta, que muchas veces se paga con la vida. 
Con la vida de trabajadores que casi siempre, sigue silenciada mientras 
sus últimos responsables no pagan, lo que el sistema judicial de esta 
dictadura parlamentaria dice que deben pagar.
 
A
 la espera de una justicia popular, de una justicia que aplicó con 
severidad e inteligencia el padre de Núria Escorza (de visita estos días
 por Barcelona en busca de la historia de su padre: Manuel Escorza del 
Val, responsable de los Servicios de Inteligencia de la CNT en la 
Guerra) en los dorados meses de la revolución obrera y libertaria en la 
Rosa de Foc de 1936. Unos meses donde esas elites temían incluso al 
salir de sus casas.
 
Esperemos
 por tanto, que vuelvan los tiempos de Escorza, Eroles, Fernández o 
Barriobero. Tiempos donde se hizo justicia. Justicia de la de verdad.
 A ti, Esther Quintana (manifestante a quien la Brigada Móbil de los Mossos d’Esquadra “presuntamente” te arrancó un ojo de un disparo en la pasada Huelga General), a ti Pedro Álvarez (asesinado por un Policía Nacional en l’Hospitalet de Llobregat hace ya 20 años), a vosotros y a tantos otros. En vuestro honor, va dedicado este Editorial.
Salut y anarcosindicalismo.


