Comunicado del SOV de Barcelona de la CNT ante el accidente del Hotel Princesa Sofía
Sobre las 07:50 de la mañana del día de hoy, nuestra afiliación
que estaba trabajando en el Hotel Princesa Sofía nos informaba del
trágico accidente que ha dejado a un trabajador en estado grave y dos
heridos más al desplomarse un montacargas desde la planta 17 del
edificio que estaban restaurando. Muchos son los interrogantes que aún
tenemos a estas horas de la tarde sobre los hechos ocurridos (¿Por qué
se sobrepasó el límite de peso del ascensor? ¿Tenía un mantenimiento
correcto? ¿Por qué iban trabajadores en él?) y aun así tenemos bien
claro sobre quien recae la responsabilidad de lo sucedido. Porque esto
no es un caso concreto. No es un “accidente”, es la cruda realidad que
sufrimos cotidianamente las trabajadoras de este país. El de hoy se suma
a los 4.000 accidentes con la consideración de “graves” que se
registraron el año pasado, llegando a la friolera de 600 trabajadores
muertos anualmente en sus puestos de trabajo (casi dos al día,
estadísticas oficiales del Ministerio de Trabajo). Nos están matando y
el que tenga la desfachatez de decir que la “culpa” de esta masacre es
del trabajador es un miserable y un ignorante incapaz de comprender como
se configuran hoy en día las relaciones laborales.
Una visión superficial y rápida nos lleva a concluir que el aumento de la precariedad producido por la última reforma laboral crea una situación de chantaje permanente en los puestos de trabajo. La contratación temporal, el despido libre (y casi gratuito) y alto índice de temporalidad hace que el empresario tenga absoluta predominancia en las relaciones laborales y que pueda disponer del trabajador a su antojo. Este nivel de dependencia enfermizo se moldea gracias a la proliferación de un sindicalismo de servicios, de delegación, que pretende mediar en los conflictos sociales en lugar de confrontarlos desde la radicalidad de los planteamientos revolucionarios, desde la convicción de saber cuál es nuestra posición en esta guerra declarada.
No tenemos conocimiento, a día de hoy y con 600 muertos anuales sobre la mesa puestos por las nuestras, de que ningún empresario haya arriesgado su vida por SU empresa, por SU beneficio. Sin embargo, crean las condiciones materiales para poder disponer de la vida de los trabajadores, que llegan a jugarsela por un producto que no les pertenece, por un beneficio que no les repercute, ni a ellos ni a los de su clase, porque es un beneficio privado.
Hasta ahí ha llegado este sinsentido, que tiene su máxima expresión en la siniestralidad laboral, pero que impregna la médula de las relaciones sociales: el despotismo de la burguesía, de aquellos que disponen de la fuerza de trabajo de las demás, hace que las conquistas pasadas de las trabajadoras sean papel mojado. El retroceso sufrido en la legislación laboral no es más que una formalidad que enmascara la absoluta discrecionalidad del empresario, amparada desde siempre por los altos índices de fraude de ley en las relaciones laborales y oficializada, en parte y con descaro, en la reforma del 2012. Derechos fundamentales, como el de libertad sindical, son absolutamente inexistentes en los centros de trabajo. Lo vemos cada día cuando tenemos que hacer sindicalismo a escondidas por temor a las represalias. Lo sufrimos cada día cuando nos vemos obligados a subir a ascensores y obviar las normas básicas de seguridad por temor a no poder llevar un salario a final de mes. La miseria pesa mucho, y solo la entiende quien la huele. Nosotras llevamos la cuenta de nuestras muertas. Queda dicho.
En Barcelona a 27 de enero de 2017 Sindicato de Oficios Varios de la CNT de Barcelona.
Una visión superficial y rápida nos lleva a concluir que el aumento de la precariedad producido por la última reforma laboral crea una situación de chantaje permanente en los puestos de trabajo. La contratación temporal, el despido libre (y casi gratuito) y alto índice de temporalidad hace que el empresario tenga absoluta predominancia en las relaciones laborales y que pueda disponer del trabajador a su antojo. Este nivel de dependencia enfermizo se moldea gracias a la proliferación de un sindicalismo de servicios, de delegación, que pretende mediar en los conflictos sociales en lugar de confrontarlos desde la radicalidad de los planteamientos revolucionarios, desde la convicción de saber cuál es nuestra posición en esta guerra declarada.
No tenemos conocimiento, a día de hoy y con 600 muertos anuales sobre la mesa puestos por las nuestras, de que ningún empresario haya arriesgado su vida por SU empresa, por SU beneficio. Sin embargo, crean las condiciones materiales para poder disponer de la vida de los trabajadores, que llegan a jugarsela por un producto que no les pertenece, por un beneficio que no les repercute, ni a ellos ni a los de su clase, porque es un beneficio privado.
Hasta ahí ha llegado este sinsentido, que tiene su máxima expresión en la siniestralidad laboral, pero que impregna la médula de las relaciones sociales: el despotismo de la burguesía, de aquellos que disponen de la fuerza de trabajo de las demás, hace que las conquistas pasadas de las trabajadoras sean papel mojado. El retroceso sufrido en la legislación laboral no es más que una formalidad que enmascara la absoluta discrecionalidad del empresario, amparada desde siempre por los altos índices de fraude de ley en las relaciones laborales y oficializada, en parte y con descaro, en la reforma del 2012. Derechos fundamentales, como el de libertad sindical, son absolutamente inexistentes en los centros de trabajo. Lo vemos cada día cuando tenemos que hacer sindicalismo a escondidas por temor a las represalias. Lo sufrimos cada día cuando nos vemos obligados a subir a ascensores y obviar las normas básicas de seguridad por temor a no poder llevar un salario a final de mes. La miseria pesa mucho, y solo la entiende quien la huele. Nosotras llevamos la cuenta de nuestras muertas. Queda dicho.
En Barcelona a 27 de enero de 2017 Sindicato de Oficios Varios de la CNT de Barcelona.