[Opinión] Reformulación urgente de la cuestión nacional
       
¿Por qué el anarquismo no ha 
casado bien con la cuestión nacional? Es una de las preguntas que rondan
 en mi cabeza cada vez que oigo hablar de Catalunya en los ambientes 
libertarios. Por suerte, entre parte del movimiento libertario catalán y
 del resto del Estado español, se tiene claro qué implica todo esto. 
Antes de nada, la cuestión nacional no significa solo una bandera, un 
sentimiento, una patria o un Estado con una serie de características 
sociales y culturales. La cuestión nacional de la que quiero tratar y 
que se debe reformular en los ambientes libertarios trasciende lo 
superficial. Y es que más allá de toda identidad nacional, hay detrás 
una coyuntura política y una serie de actores políticos y sociales en 
disputa. Partiendo de aquí, podemos decir que es imposible desligar el 
nacionalismo con las condiciones materiales dadas en el mismo 
territorio.
Lejos queda ya atrás los primeros 
movimientos nacionalistas del s.XIX, y el internacionalismo del s.XX. En
 pleno s.XXI, las luchas de liberación nacional en algunas zonas del 
planeta son articulados desde el pueblo, como es el caso de Rojava bajo 
el Confederalismo Democrático. Lo que hace 200 años tenía un caracter 
burgués, actualmente se abre la posibilidad al pueblo para iniciar 
procesos de liberación nacional desde las naciones periféricas, y por 
supuesto, desde abajo. Esta nueva coyuntura de posibilidades nos debe 
hacer repensar el discurso antinacionalista decimonónico y el 
internacionalismo, en la cual, cada vez que se oye hablar de la cuestión
 nacional, se apelen siempre a los principios, a argumentos de autoridad
 de anarquistas del s.XX y a un cosmopolitanismo universalista que solo 
encaja en las conciencias tranquilas, pero no en la realidad material ni
 en la coyuntura actual. Es por ello que necesitamos una reformulación 
urgente de este tema, porque estamos quedando como nostálgicos del 
anarquismo decimonónico, conservadores y guardianes de las esencias del 
anarquismo. Los tiempos cambian, y si nosotras no sabemos cómo encajar 
estos cambios y nos resistimos a adaptar nuestra teoría y praxis 
políticas a la actual coyuntura, nos convierte en conservadores.
Urge pues un cambio de criterios de análisis y de visiones. La reformulación de la cuestion nacional pasa, primero, por pasar de una visión con base en principios universalistas, a tener una visión estratégica
 sobre la coyuntura que estamos atravesando. No es solo una cuestión de 
sentimientos e identidades, también hay detrás una serie de 
acontecimientos (antecedentes) que han llevado al actual escenario, y 
por ello, qué oportunidades tenemos para incidir. Como dije en párrafos 
anteriores, la cuestión nacional tiene como trasfondo una serie de condiciones materiales,
 tanto referente a la situación actual, como a unas nuevas condiciones 
materiales futuras. Y no solo de condiciones materiales, sino de qué 
actores políticos están impulsando los conflictos nacionalistas: éstos 
pueden ser desde la burguesía más conservadora, pasando por las clases 
medias, ser trasnversal, hasta ser impulsadas por las clases populares. 
Todo ello implica que cada actor, a través de la cuestión nacional, 
trata de implementar una serie de condiciones materiales que le 
favorezcan como clase social bajo el paraguas de un sentimiento e 
identidad nacional. Esto me lleva a otra pregunta: ¿por qué las luchas 
de liberación nacional-popular de las últimas décadas las han liderado 
los marxistas? La respuesta no es porque sean autoritarios, sino que nos
 lleva a pensar el por qué hemos sido incapaces de capitalizar las 
luchas de liberación nacional para escalarlas hacia una lucha  por la 
autodeterminación de los pueblos y en aras de construir un pueblo 
soberano.
Y como de tal palo tal astilla, la reformulación de la cuestión nacional también nos lleva al internacionalismo.
 Como tal, el internacionalismo debe basarse en el reconocimiento de la 
existencia de naciones oprimidas y su derecho a la autodeterminación, 
así como la hermandad entre los pueblos de distintas naciones y 
territorios. El internacionalismo que deberíamos reconocer es aquel que 
reconoce y defiende lo dicho anteriormente, y no aquel que se basa en un
 cosmopolitanismo cargado de valores universalistas que no encajan con 
la realidad coyuntural de las luchas de liberación nacional o lo niegan.
Volviendo al tema de Catalunya, el 
septiembre de este año nos ha venido como un vendaval en tiempos en que 
las movilizaciones sociales estaban bajo mínimos. Fueron días de cambios
 acelerados y las calles volvieron a activarse en Catalunya viendo cómo 
el desafío independentista pasaba a ser un mero conflicto 
independentista a ser una cuestión de derechos civiles. Este vendaval como agua de mayo significó la oportunidad de activación de un nuevo ciclo de movilizaciones.
 Entonces llegó el 1-O y la situación fue esperanzadora al ver la 
autoorganización vecinal desplegada para defender los colegios 
electorales, incluidos los y las anarquistas, que incluso llegaron a 
votar. La brutal represión desatada aquel día dio como resultado que la 
huelga general convocada el 3-O fuese desbordada a pesar de que CCOO y 
UGT se desmarcaran. Tras ese día de desborde, la situación pasó por 
momentos de impass, y pareció por un momento que las 
movilizaciones se iban a desinflar cuando Puigdemont declaró la 
independencia y la suspendió 8 segundos después. Después de que el 
artículo 155 llegase al Senado y el mareo institucional, finalmente se 
aprobó la declaración de independencia, con la consiguiente disolución 
del Parlament para convocar unas elecciones el 21 de diciembre.
En medio de este vendaval, corrieron 
ríos de tinta de posturas muy diversas al respecto. No voy a hablar de 
la evidente actitud totalitaria de los unionistas, sino de los 
libertarios en sí. Dejando de lado el españolismo más rancio de Unidos 
Podemos, el cual su discurso encaja ya perfectamente con el Régimen del 
’78, lo que hemos visto va desde un antinacionalismo esencialista y con 
olor españolista, pasando por un apoyo a la autodeterminación de los 
pueblos sin Estado, hasta la defensa estratégica de la construcción de 
la República catalana y de allí avanzar hacia un Procès Constituent cuyo
 protagonista sea el pueblo. Aunque nos parezca a todas la evidente 
contradicción de la última postura, realmente se trata más de una cuestión estratégica más que de principios, y es que todo estos acontecimientos han sido respondidos desde la autoorganización popular
 para defender el Referéndum, que ahora han pasado a ser Comités de 
Defensa de la República. Y remarco que a pesar de las innumerables 
contradicciones que implica siempre avanzar con el pueblo (lidiar con el
 interclasismo, intenciones de control de asambleas por parte de 
organizaciones verticales, sentimientos nacionalistas separados de la 
realidad material, aliarnos con otras fuerzas políticas autoritarias…), 
nuestra responsablidad como libertarias es acabar con ellas 
ensuciándonos y luchando junto al pueblo para conseguir que las 
reivindicaciones puramente nacionalistas y/o independentistas tengan un 
contenido materialista y socialista libertario sin ir por delante.
Muchas hemos dicho en ocasiones 
anteriores de que no debemos dejar pasar oportunidades de ruptura como 
habíamos dejado pasar el ciclo de movilizaciones abierto por el 15M, y hemos acertado.
 Sabemos pues que la República no será el final, sino un inicio para la 
mejora de las condiciones materiales para la clase trabajadora, y 
sabemos que tampoco será el socialismo libertario en un solo país, sino 
que deberá ser el inicio de un ciclo de movilizaciones en el resto del 
Estado español.
La independencia de Catalunya, al margen
 de todos los memes y parodias que se han hecho sobre el tema con los 
cuales nos hemos alegrado estos días, nos ha demostrado que, primero, no
 es ya solo una mera cuestión nacionalista; segundo, que en el s.XXI en 
Europa aún hay posibilidades de cambios y rupturas en donde el pueblo 
sea un actor importante en los acontecimientos; y por último, que la 
unidad de España no será para siempre y que es posible romperla, y con 
ella, el Régimen del ’78. Esta ruptura pasará por una ofensiva popular 
en favor de una república federal en España que acabe con los resquicios
 del franquismo y establezca un nuevo marco coyuntural que implique una 
mejora de las condiciones materiales para la clase trabajadora del 
Estado español. La actual izquierda española, por desgracia, está 
demostrando no estar a la altura de las circunstancias al atrincherarse 
en posturas defensivas en medio de la polarización de la sociedad. Esta 
izquierda débil está dejando que el fascismo crezca y por ello, que 
acaben con cualquier otra vía de ruptura.
En resumen, no podemos permitir ahora 
una regresión, y por todo esto es necesario que los y las libertarias 
atajemos la cuestión nacional desde una perspectiva estratégica, que 
aunque llena de contradicciones, nos permita trascender el mero 
independentismo y poner así sobre la mesa temas materialistas tan 
importantes como la mejora de las condiciones materiales para la clase 
trabajadora, construcción de un nuevo modelo de institucionalidad a 
partir de los organismos populares (CDRs, sindicatos de clase, AAVV, 
cooperativas, …), la defensa de la soberanía popular (con ello, las 
soberanías polícia, económica, territorial, alimentaria, socio-cultural,
 energética…) antes que la soberanía nacional, y así avanzar hacia el 
modelo de sociedad socialista libertario por la que luchamos.