La cosa va de iluminados

Enviado por actualidad el Jue, 13/03/2014 - 19:44.


LA FOTOMATONA | JENOFONTE
Le delató un gesto que nadie supo interpretar. Cualquier hombre humano se toca los cojones, pero en un ministro choca, sobre todo si acaba de salir de misa.
El ministro, que tanto añoraba a ETA y por eso fue voluntario para presidir el homenaje póstumo a Ariel Sharon –uno de los etarras más sanguinarios de la banda terrorista–, pensaba que el poder era llevadero, si se era persistente, para un tipo corriente como él. En la rueda de prensa habitual tras una de las muchas catástrofes que le habían tocado vivir, repitió el gesto que le caracterizaba. Todos pensaron que era eso, que le picaba como a todo hijo de vecino o, si no, que las cosas le importaban un bledo. Para muertos, los de las madres abortistas y no los de un puñado de miserables que no venían a otra cosa que a tocarle los cojones. Si se meten en el agua, que aprendan a nadar –dijo–, esta vez llevándose la mano derecha al trasero, lo que sorprendió a los que asistían atónitos a los desmentidos de sus desmentidos. Poco después de no ser destituido, su secretario de Estado y compañero de Cofradía desveló que el ministro no se tocaba los cojones ni se rascaba el culo, sino que buscaba alguna intercesión, ya que, desde su conversión y para evitar el pecado, llevaba cosido en los calzoncillos, unas veces delante y otras detrás, un escapulario con la imagen levitante y aparentemente puesta de peyote de la mismísima Santa Teresa.

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