El lenguaje secuestrado


Pasamos a tratar el tema del lenguaje y sus implicaciones, partiendo del artículo escrito por el poeta onubense Antonio Orihuela en la revista Estudios. El tema nos lleva a un nivel de análisis sobre los métodos de control empleados por el Estado, tan complejos y elaborados, que llegan hasta lo más básico de nuestra realidad: el mero hecho del habla. Ilustración: Chico Carmona.
Lenguaje y estrategias de Estado
J. Félix Pérez | CNT Zamora 
Considero interesante el concepto a tratar, acerca de la importancia del lenguaje mismo, como una de las armas más poderosas que, en cuanto a la dialéctica, se puede instrumentalizar en favor de la alienación de las clases populares, teniendo en cuenta que la batalla del lenguaje ha de estar presente en la lucha por la emancipación, ya que uno de los ingredientes del estado de aceptación de un engranaje paraestatal, es también el domino del logos como fuente de trivialización y descontextualización de los conceptos y de las ideas que la etimología establece como disciplina de estudio para una enculturación sociolingüística que permita el entendimiento verbal a través de la comunicación, en base al significado ortodoxo de la palabra, el logos, mediante la semántica, para su aplicación práctica en la escritura y en la lectura, a través de la gramática, la literatura y la tradición oral. Para ello se aplica la filología como ciencia que establece la evolución y el devenir del significado y el significante desde que nace el logos hasta que muta en paradigma o axioma ideológico por analogía.
Así, la reiteración de términos voluntaria o involuntariamente manipulados, llevan a convertir, por parte de la cultura dominante y el poder, conceptos que etimológicamente son positivos para la sociedad, en ideas denostadas, por la incomprensión y el uso fraudulento del lenguaje. Se llegan a prostituir las palabras y con las palabras las ideas y con las ideas los hechos, hasta haber creado una estructura autoritaria en el lenguaje que hay que democratizar por el devenir de la transformación social.
Palabras que sustentan el núcleo principal del dominio del hombre por el hombre como es el sistema tiránico de un Estado, a cuyo régimen se le denomina democracia en el común de la sociedad, aceptado y bendecido tal término por todas las estructuras de poder social, político, económico, mediático y cultural; son la punta del iceberg de una dominación encubierta a través de los micro estados ideológicos que personas de a pie llevan en culturizados. Mientras no se consiga desmontar el significado verdadero atendiendo a la etimología, de términos como democracia, el poder seguirá ganando la batalla, pues en nombre del "bien" se dictamina el "mal" y se hace apología cultural del concepto, cuando en realidad la Democracia, definida etimológicamente es la antítesis de lo que el poder quiere representar. La democracia como poder del pueblo es justamente lo contrario a lo que un estado parlamentario define, ya que el poder del pueblo solo se puede ostentar cuando la capacidad de decisión y de gestión estriba en sus propias manos y eso sólo se consigue mediante la práctica real de la democracia, atendiendo al significado más puro de esta, la democracia directa en la base. Lo otro es tiranía, dictadura, violencia y sumisión.
Otro de los más flagrantes ejemplos, lo tenemos en uno de los términos que más nos define a los que creemos y defendemos precisamente una democracia real, directa y verdadera; lo que vendría a ser la anarquía, que como bien sabemos, etimológicamente es ausencia de autoridad. De sobra es conocido el uso malicioso y peyorativo con que se utiliza el término por parte de las estructuras del poder y la autoridad ilegítima, que se abogan la representatividad y la capacidad de gobierno sobre la población, a la que le sustraen la soberanía para someter a sus dictámenes con todo el aparato coercitivo. Desde el momento en que empecemos a conseguir asumir en nuestros iguales que la Anarquía es la capacidad innata de soberanía, autogobierno, orden y responsabilidad tanto individual como colectiva, empezaremos a contrarrestar la agresión dialéctica que los esbirros del poder utilizan para pervertir un término que de por sí, no puede ser más armonioso y liberador.
De ahí, que la libertad del lenguaje secuestrado por el capital, se presente como una de las batallas que hay que tener presentes para conseguir la transformación y la emancipación de la sociedad.
El autor refleja una realidad, que es la manipulación a través de la interpretación parcial, sesgada, subjetiva e interesada de la historia y la deconstrucción de realidades subjetivas a través de eufemismos, exclusiones o tergiversación de datos y fuentes documentales, que van creando una cultura historicista tendenciosa y partidista. El juego del lenguaje para criminalizar hechos y procesos emancipadores va inserto en los términos empleados, cuando hablan de usurpaciones o robos en lugar de expropiaciones.
Pienso que nos miente el lenguaje convencional cuando nos habla de la búsqueda de la felicidad de forma individual, cuando siendo seres sociales, la felicidad se conquista y se expresa en sociedad a través de la satisfacción del "egoísmo" recíproco y empático. En este sentido, el lenguaje adoctrina y hay que estar muy despierto para no dejarse llevar por impulsos tan insanos como el consumir sin necesidades reales que satisfacer. La esencia libertaria estriba en crear la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas, no en comprar los bienes, sino en crearlos y/o "trucarlos".
Así, la lucha sigue estando en desmontar la imagen de terroristas anacrónicos con que todavía hoy se estigmatiza a los anarquistas desde algunas instancias, no solo del Poder, sino de ciertos sectores pseudo progres burgueses que se alzan como abanderados del progreso y la democracia. Hay que educar con el ejemplo, mediante una crítica interna, sobre nuestros postulados a través de nuestra obra cotidiana y nuestra praxis revolucionaria. El anarquista lo es todo y la anarquía es el todo en el día a día...
Recuerdo grandes dosis de idealismo consciente y pragmático que se manifestaban por doquier en la España de los años 30, en ese período prerrevolucionario en que el anarquismo estaba a la orden del día y los valores y hechos que se experimentaban eran socialmente comprendidos, difundidos y practicados por las masas. En esos tiempos, a pesar de la represión, sí que se tenía ganada la batalla del lenguaje. En los círculos obreros se hablaba de anarquía y todo el mundo sabía lo que era y lo entendía, porque vivían en anarquía y se preparaban para transformar el mundo hacia la anarquía. No era algo lejano, lo estaban ensayando constantemente a través de la gimnasia revolucionaria.
Hoy queda mucho terreno que conquistar en aras de devolver la justicia gramatical a la anarquía y a todos cuantos términos estén prostituidos por las connotaciones despectivas de los enemigos de la libertad y la justicia social...
Una llamada a la acción
Tasia | Marbella
La manipulación del lenguaje es un instrumento de dominación. Esta es la tesis principal del artículo de Antonio Orihuela Parrales, publicado en el número tres de las “Revista Estudios”. El artículo, de modo gráfico, se titula “El lenguaje secuestrado”.
Orihuela sostiene que esta manipulación del lenguaje se extiende a la historia de los hechos y de las ideas anarquistas. El término “anarquista” se asocia comúnmente al caos y la violencia, en lugar de asociarse con la lucha de los de abajo contra los de arriba. En el verdadero sentido del anarquismo « los de abajo intentan, organizándose, cambiar una penosa realidad de abusos y miseria», afirma el autor.
Los anarquistas, tanto durante la dictadura franquista, como en tiempos del Estado democrático, han sido «desprestigiados por idealistas», o aún peor, «desautorizados, estigmatizados y perseguidos por violentos». El poder ha difundido la imagen del "anarquista de la bomba y la pistola; el malhechor abominable que sembraba el terror se construyó como propaganda desde los medios de comunicación burgueses al servicio del Capital, pasó a la historia oficial como otra herramienta más en la defensa y consolidación del Estado Nación y, después, sencillamente, el esperpento se convirtió en un personaje histórico que hoy nadie discute en señal de supina ignorancia sobre lo que en realidad fue el anarquismo para los españoles".
Orihuela nos recuerda que el anarquismo es un modo distinto de pensar, de estar y de practicar, consistente en una sociabilidad igualitaria y colectivista. Sobre esas bases el anarquismo histórico español intentó edificar un mundo nuevo. Los anarquistas tuvieron un día la más alta autoridad moral, que emanaba de su coherencia y rectitud personal, tenían la confianza de sus vecinos y el compromiso de sus compañeros Frente a las ideas marxistas los anarquistas ejemplificaron con sus vidas el mundo que querían, sin acumular bienes y rechazando el uso del dinero.
El anarquismo no vive el ámbito del trabajo y el de la cultura como esferas escindidas. Sabe bien que es necesaria la transformación ideológica, desde lo personal; que es necesario vivir sin la sumisión a la propiedad privada. Si no se opera este cambio ideológico de forma simultánea al cambio de la infraestructura económica, no se logrará que los cambios perduren.
La Anarquía no es otra cosa que la situación social donde el mando y la ley han sido desterrados y todo puede comenzar como posibilidad, «ninguna institución impide que suceda tal cosa». Los anarquistas aspiran a este mundo donde todo es posible, y lo hacen porque viven en el «rechazo de toda dominación y negando cualquier modelo de conocimiento preestablecido».
Dice Orihuela que lo esencial del anarquismo siempre fue la revolución en « la manera de pensar el mundo» y que, por tanto, la idea de un anarquismo que destruye bienes materiales está muy lejos de la auténtica esencia del anarquismo y de su praxis histórica.
La necesidad del anarquismo hoy en día es enorme, pues tenemos Estados que divorcian la Ética del Derecho. Son Estados esquizofrénicos que predican la democracia (pilar básico de su legitimidad), mientras desmienten esa misma democracia con sus acciones políticas, sociales y económicas. Esta ausencia de empatía y la disposición a explotar a otras personas es un rasgo psicopatológico compartido por las grandes corporaciones capitalistas.
Se pregunta Orihuela «¿Por qué los que tienen poco, ante una situación de crisis que puede hacer empeorar aún más su situación, no responden con una práctica solidaria, común, concertada y revolucionaria contra los que lo tienen todo y en cambio responden solicitando líderes y manifestando aún más fervorosamente su ansia de sumisión?». Igual que en los años treinta el pueblo se echaba en brazos del fascismo, hoy se entrega en los brazos del oligopolio transnacional.
La respuesta parece estar en la alienación en el espectáculo y en las mercaderías, así como en el refugio que ofrece la individualidad de la vida privada. El lavado de conciencia lo aporta el poder, con sus aparatos de propaganda, que logran que asumamos el sacrificio de los que menos tienen como “inevitable y conveniente” y que confundamos la apatía con la resignación.
Añade Orihuela «hace cincuenta años nos íbamos a la cama llenos de optimismo sobre el futuro, completamente relajados tras leer aquel estudio norteamericano, publicado bajo el nombre deToward the year 2000: Work in progress, que auguraba, para esa fecha, un mundo de riquezas bien distribuidas, proliferación de energías limpias y no contaminantes, conservación y regeneración de los recursos naturales y, en esta misma línea triunfalista, declaraba la pobreza casi completamente erradicada de un planeta donde por fin la humanidad había dejado atrás las guerras y vivía en paz y armonía con el medio ambiente y el resto de los seres sintientes».
Podemos comprobar lo lejos que nos encontramos de lo prometido por este texto propagandístico; y observamos asimismo que hoy se nos siguen prometiendo las mismas cosas, con el fin de anestesiarnos y de que continuemos viviendo en esta “tomadura de pelo”. Sin embargo, nos anima el autor, aún hay esperanza, porque “el futuro lo podemos empezar a escribir entre todos, con nuestras acciones y nuestras resistencias”.
El artículo de Orihuela es una llamada a la acción, tanto en lo económico como en lo cultural. El artículo es una llamada a no quedarnos recluidos en lo virtual; a poner en práctica, en nuestro día a día, la revolución anarquista.

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