[ASSETJAMENT] DiR: Rostre amable, interior podrit


[ASSETJAMENT] DiR: Rostre amable, interior podrit

extret de la soli


Posted by | Jun 15, 2019 | ,  

Rostro amable, interior podrido
Muchas empresas enfocan su publicidad hacia la salud, la buena relación entre la empresa y el cliente o el respeto al medio ambiente. Especialmente llama la atención que una empresa que muestra un teórico compromiso con la salud y la forma física de sus clientes, desprecie tanto la salud tanto física como psicosocial de sus trabajadoras. Una cadena de gimnasios que ha experimentado un crecimiento tan importante a la vez que se ha esforzado por dar una imagen de empresa cercana esconde una terrible realidad de sobreexplotación y acoso laboral estructural. Esta empresa de la que hablamos es DiR, la conocida cadena de gimnasios. Pues bien, nos centraremos en un testimonio para atar las irregularidades de esta empresa en la atención al cliente y cómo estas irregularidades las acaban pagando las trabajadoras y trabajadores de los diferentes «clubs DIR», como les gusta llamarse.
El acoso comienza a veces por motivos arbitrarios pero a menudo es la respuesta a ciertas actitudes de alguna de las personas que forman la plantilla (por reivindicar derechos, para responder ante la constante humillación de la dirección etc.) y cuando se escoge una víctima, si no hay una respuesta contundente y que ponga en peligro la buena imagen de la empresa y sus beneficios, no se detiene hasta que la persona o bien deja el trabajo, coge una baja o es despedida. Para desarrollar esta política de empresa, el acoso, se utilizan diversas tácticas. Hace algunas semanas nos llegó al sindicato como lo hacía la empresa DiR y a continuación lo explicaremos. Es importante destacar que estos hechos no son la consecuencia del mal humor de un encargado o encargada o de parte del equipo de dirección, sino que son estrategias de control sobre la plantilla que las empresas estudian a fondo y aplican cuando y donde conviene, sabiendo que tienen total impunidad porque la ley está de su parte. En los clubes DiR, si eres una usuaria lo sabrás bien, a menudo hay desperfectos en el material (espejos, máquinas, taquillas, duchas etcétera) causados ​​por los propios usuarios y usuarias debido al uso diario y repetido que se hace. Pues bien, cuando, por un accidente, un cliente rompe o estropea algo, rápidamente la gerencia del centro busca responsables entre las trabajadoras, a pesar de ser conscientes de que el desperfecto la ha causado o bien un cliente o bien el mal estado o la antigüedad del material en cuestión. Así, la empresa podrá sancionar a trabajadoras que, por el motivo que sea, no cumplen «sus expectativas». No cumplir con sus expectativas significa o bien negarse a hacer continuamente tareas que no le corresponden, explicar a la empresa qué cosas están mal, quejarse por una situación de acoso o cualquier motivo que le parezca a la empresa. De esta forma la empresa puede imponer sanciones a trabajadoras de las que se quiere desprender y efectuar despidos disciplinarios, es decir, sin pagar indemnización. Por este motivo, y gracias a la valentía de algunas trabajadoras que se han atrevido a denunciar a la empresa, han recibido varias condenas y sanciones tanto de Inspección de Trabajo como de los juzgados. Sin embargo, no han cambiado de política.
Otra forma de presión hacia las trabajadoras es que la empresa no cubre las bajas (y, como hemos visto e iremos viendo, las provoca a menudo la propia empresa) y criminaliza a la persona enferma con los típicos comentarios «la baja por depresión la coge la gente que no quiere trabajar» o «ha cogido la baja sólo por un resfriado», obviando la importancia de trabajar en condiciones de salud correctas tanto por los riesgos de las trabajadoras – de salud física y psicosocial – como por los riesgos de las usuarias de no verse contagiadas por una enfermedad, como un resfriado vírico, que pueda tener una trabajadora.
Hace unos años, la empresa eliminó uno de los turnos, el de la noche, durante el cual se limpiaban y ponían a punto las instalaciones de los diferentes gimnasios (hay que recordar que es una empresa en expansión y están buscando continuamente la manera de ahorrarse costes). Esta maniobra supone que las trabajadoras del primer turno tengan que hacer las tareas de limpieza cuando el gimnasio ya está abierto, es decir, a menudo se encuentran en la situación de estar limpiando un vestuario y que entren usuarias o usuarios. A menudo -y como es normal- esto provoca rechazo entre las clientas y clientes, rechazo que pagan tratando mal a las trabajadoras. Esta también es una estrategia de presión usada por muchas empresas para crear un clima de trabajo de constante tensión, lo que reduce al mínimo los ánimos entre la plantilla y, sumado a todos los demás factores del acoso, acaba provocando daños psicosociales graves y a menudo irreversibles en las trabajadoras. Al frente de esta política de acoso, tenemos a la Sra Esther Luz García, responsable de los turnos de limpieza. Esta mujer aprovecha su posición de poder para aumentar la presión sobre personas concretas, repartiendo los turnos de manera que a la acosada o acosado en cuestión le toquen los peores, los que nadie quiere. También aprovecha su posición privilegiada para potenciar los conflictos internos, dando los mejores turnos siempre a las mismas y sobrecargando siempre a las mismas también, lo que genera una brecha que puede llegar a ser insalvable.
Disponer del material necesario para el desarrollo de la tarea de la empresa, que es una cadena de gimnasios, también genera problemas a las trabajadoras: los clubes DiR, en su dinámica de evitar cualquier inversión por necesaria que sea, se niega a proveer a los centros de trabajo de algo tan absolutamente básico como toallas, lo que vuelve a generar malestar entre los clientes, que lo vuelven a pagar con las trabajadoras que «dan la cara por la empresa». Cuando un cliente o una clienta se queja por alguna de estas cuestiones, la empresa acusa a la trabajadora como única causante del problema entre el cliente y la empresa. Si la empresa no se hace responsable de los problemas que su política empresarial genera, al menos no debería acusar a las trabajadoras de provocar estos problemas. Esto genera malestar entre la plantilla y entre trabajadoras y clientas.
Este malestar en la plantilla es potenciado por la empresa de diversas formas. Una de ellas es potenciar que en cada centro de trabajo haya como mínimo un trabajador con trato de favor (mejores horarios, menos presión, no ser la cabeza de turco, por ejemplo) y, a cambio, explique a la dirección todo lo que vea en sus compañeras: si utilizan el móvil durante la jornada de trabajo, si discuten con algún cliente, si critican a la empresa, si hablan mucho entre ellas, si se niegan a desarrollar tareas peligrosas o tareas no les tocan o cualquier cosa que el chivato en cuestión pueda considerar que interesa a la empresa. En lugar de buscar la cohesión de la plantilla para que el trabajo se desarrolle mejor y en un mejor ambiente, potencian cualquier conflicto interno hasta generar divisiones insalvables, siendo el chivato un privilegiado que no es necesario que trabaje bien para mantener este trato de favor . A menudo se da la situación de que este chivato desarrolla peor sus tareas porque sabe que no habrá consecuencias.
Otra de las técnicas de la empresa para agudizar la situación de acoso o mobbing es acusar a las trabajadoras de los robos que se dan en los vestuarios. Esto lo hace sin aportar más pruebas y generando el rechazo de la plantilla hacia la trabajadora víctima del mobbing. No sólo se acusa a una persona sin pruebas, sino que además la empresa le niega la posibilidad de defenderse haciendo una acusación unilateral e imponiendo directamente una sanción o el despido. No piden explicaciones ni hacen una investigación, aplican sanciones directamente porque saben que, si buscan el o la responsable del robo, encontrarían que no es la persona acosada y que no es ninguna trabajadora en la inmensa mayoría de los casos. Asimismo, la empresa, que comunica los horarios y otros asuntos del día a día por whatsapp, llama la atención y sanciona a las trabajadoras para utilizar el teléfono durante la jornada.
El acoso no es, como hemos dicho al principio, algo que la empresa no sepa qué es, o algo que se da y la empresa no sabe o simplemente no quiere actuar, es una práctica empresarial organizada y calculada. Según una trabajadora, recientemente despedida tras 18 años de servicio en DiR, el acoso comenzó cuando la empresa inició una fase de recorte de personal. Hasta entonces desarrollar la tarea en la empresa era algo normal, con un ambiente de trabajo normal, aunque tampoco era para tirar cohetes. Desde que comenzó esta política de recorte de personal, la empresa se dedica a ensuciar nuestro nombre como trabajadoras acusándonos sin pruebas, sometiéndonos a presiones inhumanas y acosando hasta que no aguantamos la situación. Creemos que esta política de empresa, ya sea potenciada, como en este caso, o no, es algo más que condenable. Que las empresas que han sometido a sus trabajadoras a presión deberían pedir perdón y asumir la responsabilidad del daño que han hecho a las acosadas, pagando sesiones con psicólogas laborales y aplicando correctamente buenos protocolos de actuación y prevención frente al acoso laboral. Defendemos que nuestra salud psicosocial y el correcto desarrollo de nuestras tareas laborales no son una moneda de cambio que la empresa pueda utilizar cuando quiere recortar personal. Sabemos también que la avaricia de estas empresas no tiene límites y que harán cualquier cosa para mantener el crecimiento económico. Asimismo, con este artículo, acusamos a DiR de utilizar el acoso como política de empresa para mantener los beneficios que están sacando e invitamos a todas las trabajadoras a hacer una reflexión: ¿por qué una empresa en crecimiento está constantemente recortando personal ? Proponemos una respuesta: el crecimiento económico de la empresa pasa por eliminar gastos y, cuando no pueden ser más ávaros, dejando de comprar incluso toallas, nos despiden a nosotras porque para ellas no somos más que un gasto.
Nuestras vidas valen más que eso. No podemos permitir que se ensucie nuestro nombre de esta forma: acusándonos falsamente y sin pruebas, potenciando nuestra división y culpándonos de todos los problemas que generan cuando, realmente, somos la única solución posible. Somos clase trabajadora y estamos muy orgullosas.

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